¿Te has preguntado alguna vez la conexión entre nuestro deseo sexual y nuestras emociones? ¿Has sentido alguna vez que tus ganas por tener sexo aumentan o disminuyen según la exposicion a situaciones estresantes? En este artículo queremos abordar la relación entre el cambio en la libido y la incidencia de los distintos factores de la vida cotidiana en nuestro deseo sexual, y también darte algunos consejos para poder hacerle frente y elevar nuestro bienestar, tanto físico como emocional.
No es extraño que la pérdida de deseo sexual haya sido catalogada por la Organización Mundial de la Salud, como una enfermedad. Y es que la falta de interés en mantener contacto sexual va mucho más allá de algo pasajero, y sin importancia, y puede convertirse en un verdadero problema en nuestra vida en pareja, sobre todo cuando va acompañado de estrés y tensión de forma constante. Y creemos que es importante verlo de esta forma y no minimizar sus efectos, ya que la salud sexual y reproductiva forma parte importante de nuestras vidas, y es necesario tratar la enfermedad con la misma atención como si se tratara de cualquier otra patología ¿Por qué? Aquí en Cherry Pop te lo explicamos
Cuando nos sentimos estresados, nuestro cuerpo libera una hormona llamada cortisol, la cual afecta directamente todos las funciones de nuestro cuerpo. Esta hormona es la responsable de regular el metabolismo, mantener los niveles de azúcar en la sangre, mantener nuestra presión arterial, combatir las infecciones y responder al estrés; y se libera de forma normal en distintos momentos del día, como forma de respuesta a distintos estímulos, estando su nivel más alto al despertar por la mañana. Pero ¿qué pasa si estamos constantemente estresados y nuestro cuerpo comienza a producir altos niveles de cortisol? Estaremos en un constante estado de alerta, modificando las funciones normales de nuestro organismo, ya que nuestro cuerpo querrá poder tener la energía necesaria para poder combatir las dificultades diarias. Esto generará un desbalance hormonal, causando inevitablemente una disminución de las “hormonas de la felicidad” (endorfina,serotonina, dopamina, oxitocina) y hormonas sexuales (estrógenos, progesterona y testosterona).
Más allá de la falta de ganas, un aumento de los niveles de cortisona en la sangre puede tener efectos físicos bastante visibles. En las mujeres, la falta de lubricación, la tensión excesiva de los músculos vaginales, y las alteraciones en el ciclo menstrual suelen ser los efectos más comunes. Como consecuencia de la baja de la libido, costará más alcanzar el orgasmo, pudiendo también producir irritación y dolor en la zona al momento de tener relaciones sexuales.
En el caso de los hombres, las mayores dificultades vienen dadas por la disfunción eréctil, o incapacidad para poder tener o incluso mantener una erección; y por la eyaculación precoz, la falta de capacidad para poder retener la eyaculación luego de la penetración; ya que en ambos casos hay un factor externo que impide la concentración y el relajo ante la posibilidad del encuentro sexual, o incluso durante el mismo.
Sin perjuicio de lo anterior, todas estas afecciones son absolutamente evitables y remediables si logramos diagnosticar que nuestros problemas sexuales tienen origen en un exceso en los altos niveles de estrés. Lo más importante en este caso será hacernos cargo del problema a tiempo.
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